El estado
de alerta en el que estamos, nos ha traído costumbres de antaño que teníamos
casi olvidadas, recordándonos el buen hacer de nuestros antepasados, como por
ejemplo cuando se usaba cierto tipo de calzado que se dejaba a las puertas de
las casas y con él se salía fuera de la vivienda. Con ello se procuraba no
meter barro y suciedad dentro del hogar y mantener limpio el calzado que no se
usaba para el trabajo, es decir los
zapatos que se ponían en contadas ocasiones.
Este
calzado se denomina de varias formas dependiendo de localidades y comarcas,
normalmente de la zona Norte España. Sus nombres más comunes son: Albarcas,
madreñas, abarcas, galochas, almadreñas, zoca
etc., siendo las más usadas albarcas (Cantabria, Montaña palentina y
burgalesa) y madreñas (Asturias, León y Galicia).
Que cuando bailo, ¡leré!
calzó galochas
suenan los clavos, ¡leré!
sobre las rocas
sobre las rocas, ¡leré!
sobre las peñas
que cuando llueve, ¡leré!
calzo madreñas
calzó galochas
suenan los clavos, ¡leré!
sobre las rocas
sobre las rocas, ¡leré!
sobre las peñas
que cuando llueve, ¡leré!
calzo madreñas
(Jota de Boñar, León)
Pues
bien la albarca o madreña es un calzado de madera parecido al zueco holandés,
hecho de una sola pieza, normalmente de abedul, haya, fresno, aliso, nogal… que
se apoya en tres tacos llamados tarugos o machorras y que se van reponiendo
cuando se desgastan o rompen al caminar. Suelen estar hechos de madera
de avellano o de roble joven. A partir de la mitad del siglo XX,
en vez de tarugos se colocan clavos o gomas.
En un
principio se ponían con los escarpines y más tarde con las zapatillas o con
calcetines gruesos (piales), sirviendo para defenderse del barro y de las humedades
del suelo sin cambiarse de calzado, dejándose a la entrada de la vivienda.
Se
diferencian las de hombres y mujeres además del tamaño, la forma y decoración
siendo más fina para mujeres y más tosca para los hombres. Antiguamente el
color variaba, usando el negro para sacerdotes y viudas y marrón para el resto.
Para darles color se usaba leche de vaca recién parida y se tostaba el calzado
al fuego.
El
albarquero era el encargado de construir las albarcas y el madreñero las madreñas. Era un oficio
artesanal que se compatibilizaba con las labores del campo y la ganadería. Tallar
una albarca podía llevar entre 20 y 30 horas. Todo hecho a mano. De cada
trozo de madera surge uno de estos zuecos, al que solo se agregan los tarugos.
Casi
todas las zonas de Asturias eran productoras de madreñas, pero los concejos de
Caso, Somiedo, Lena y Aller han sido los núcleos de producción principales, que
extendían su influencia mucho más allá del concejo, incluso exportando
considerables cantidades de madreñas hacia las zonas limítrofes. Por ejemplo a
principios de los años sesenta del pasado siglo XX, había 60 artesanos sólo en
Pendones, que hacían 1.500 pares al año, o en Tarna, en la década de los
cincuenta, se llegaron a contar 105 madreñeros. El clima húmedo y el terreno
accidentado, propició su supervivencia y éxito en las zonas rurales, ya que
supusieron una adaptación perfecta para transitar por los caminos llenos de
barro, pero por lo que sobreviven es sobre todo por su diseño perfecto.
Finalmente
comentar que en el pueblo de Burón en la provincia de León, su alcalde ha
sacado un bando en el que recomienda el uso de las madreñas para combatir el
contagio del covid 19, ya que asegura que “la costumbre de dejarlas fuera de
las viviendas puede contribuir a no extender el virus”.
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