Antes de la industrialización
de los productos lácteos, en las zonas tradicionales en las que había ganadería
vacuna, existían ciertas maneras artesanales de elaborar y procesar los
derivados de la leche.
Una de ellas era
dejar reposar la leche por la noche al sereno, para que subiera la nata y después poder hacer
mantequilla y distintos productos obtenidos de la leche.
Las
Rondas que se realizaban los meses que van del final de la primavera hasta el
final del verano y en especial las noches de San Juan y San Pedro, eran
llamadas “Las noches de las natas”.
En la Montaña palentina los mozos enramaban las casas del pueblo con ramas de
chopo y debajo de sus balcones y ventanas cantaban canciones de ronda a las
mozas de la localidad. Eran correspondidos con leche que habían dejado natar
durante dos días (en esa época del año era cuando la producción lechera era
más abundante).
“Levántate morenuca,
y asómate a la
ventana,
verás cómo canta el
cuco
en la Peña de
Tremaya;
levántate.
(Polentinos, Palencia)
Si
no eran obsequiados con la leche, intentaban robar a los dueños de la casa
quesos o los cacharros con postres que estaban en las reposaderas o ventanas.
En
Cantabria, sobre todo en la zona de la Liébana y la comarca de Campoo, existía la
costumbre de “ir a natas”,
es decir los mozos por la noche iban por el pueblo a ver quién tenía la leche
al sereno para coger las natas. Recorrían todas las casas en las que había mozas
solteras. Debajo de sus ventanas cantaban canciones de ronda similares a
las marzas. Ellas les ofrecían una buena puchera de leche o algún postre
lácteo, o también una jarra de vino y fruta.
“Asómate a esa
ventana,
cara de luna
brillante,
que aunque yo no te
pretendo,
conmigo viene tu
amante”
(Campoo de Suso, Cantabria)
Al finalizar se despedían
de la casa diciendo:” Que San Antonio os guarde por muchos años las vacas”. En
caso de no recibir las natas, la muchacha podía quedarse sin su ramo en la
ventana la noche de San Juan o ver como desaparecían las cantaras de leche que
se estaban enfriando en las ventanas. A la moza roñosa la cantaban una especie
de marza rutona:
“La Gallarda no da
leche,
la majita se estrelló,
vayámonos de aquí muchachos,
que ésta ya
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