jueves, 7 de mayo de 2020

Albarcas y madreñas








El estado de alerta en el que estamos, nos ha traído costumbres de antaño que teníamos casi olvidadas, recordándonos el buen hacer de nuestros antepasados, como por ejemplo cuando se usaba cierto tipo de calzado que se dejaba a las puertas de las casas y con él se salía fuera de la vivienda. Con ello se procuraba no meter barro y suciedad dentro del hogar y mantener limpio el calzado que no se usaba para el trabajo, es decir los  zapatos que se ponían en contadas ocasiones.

Este calzado se denomina de varias formas dependiendo de localidades y comarcas, normalmente de la zona Norte España. Sus nombres más comunes son: Albarcas, madreñas, abarcas, galochas, almadreñas, zoca etc., siendo las más usadas albarcas (Cantabria, Montaña palentina y burgalesa) y madreñas (Asturias, León y Galicia).
Que cuando bailo, ¡leré!
calzó galochas
suenan los clavos, ¡leré!
sobre las rocas
sobre las rocas, ¡leré!
sobre las peñas
que cuando llueve, ¡leré!
calzo madreñas

(Jota de Boñar, León)


Pues bien la albarca o madreña es un calzado de madera parecido al zueco holandés, hecho de una sola pieza, normalmente de abedul, haya, fresno, aliso, nogal… que se apoya en tres tacos llamados tarugos o machorras y que se van reponiendo cuando se desgastan o rompen al caminar. Suelen estar hechos de madera de avellano o de roble joven. A partir de la mitad del siglo XX, en vez de tarugos se colocan clavos o gomas.

En un principio se ponían con los escarpines y más tarde con las zapatillas o con calcetines gruesos (piales), sirviendo para defenderse del barro y de las humedades del suelo sin cambiarse de calzado, dejándose a la entrada de la vivienda.
Se diferencian las de hombres y mujeres además del tamaño, la forma y decoración siendo más fina para mujeres y más tosca para los hombres. Antiguamente el color variaba, usando el negro para sacerdotes y viudas y marrón para el resto. Para darles color se usaba leche de vaca recién parida y se tostaba el calzado al fuego.

El albarquero era el encargado de construir las albarcas  y el madreñero las madreñas. Era un oficio artesanal que se compatibilizaba con las labores del campo y la ganadería. Tallar una albarca podía llevar entre 20 y 30 horas. Todo hecho a mano. De cada trozo de madera surge uno de estos zuecos, al que solo se agregan los tarugos.

Casi todas las zonas de Asturias eran productoras de madreñas, pero los concejos de Caso, Somiedo, Lena y Aller han sido los núcleos de producción principales, que extendían su influencia mucho más allá del concejo, incluso exportando considerables cantidades de madreñas hacia las zonas limítrofes. Por ejemplo a principios de los años sesenta del pasado siglo XX, había 60 artesanos sólo en Pendones, que hacían 1.500 pares al año, o en Tarna, en la década de los cincuenta, se llegaron a contar 105 madreñeros. El clima húmedo y el terreno accidentado, propició su supervivencia y éxito en las zonas rurales, ya que supusieron una adaptación perfecta para transitar por los caminos llenos de barro, pero por lo que sobreviven es sobre todo por su diseño perfecto.

Finalmente comentar que en el pueblo de Burón en la provincia de León, su alcalde ha sacado un bando en el que recomienda el uso de las madreñas para combatir el contagio del covid 19, ya que asegura que “la costumbre de dejarlas fuera de las viviendas puede contribuir a no extender el virus”.