domingo, 29 de julio de 2018

Música desde la cocina







Dentro de los instrumentos tradicionales de percusión, se encuentran varios  que tenían como principal uso el culinario, es decir utensilios o cacharros que había en todas las cocinas y que servían como acompañamiento musical a jotas, rondas, seguidillas, fandangos etc.

De entre estos instrumentos relacionados con la cocina destacan el almirez y el mortero.

El nombre de almirez proviene del árabe al-mirhas (instrumento para machacar) y que según  la Real Academia de la Lengua es “un mortero de metal pequeño y portátil, que sirve para machacar o moler con él”. Consiste en un recipiente en forma de cuenco llamado vaso y un mazo también llamado mano. La mano a su vez se divide en mango y cabeza. Suele estar hecho de cobre, bronce o latón, por lo que a veces produce “cardenillo”  o “verdín” y  puede resultar venenoso.


Es un idiófono percutido, y para tocarlo la parte llamada mano se golpea contra las paredes del vaso o contra el fondo del mismo alternativamente, procurando agarrar el vaso lo menos posible para dejarlo sonar libremente. Lo normal es coger la mano del almirez de forma inversa a la habitual de machacar, es decir se toma por la cabeza y se percute por el mango.

El mortero es un almirez generalmente de madera, aunque en las boticas se usaban de porcelana o cerámica para preparar mezclas de diversos ingredientes de una prescripción médica. Se toca de igual forma que el almirez.

Otros ejemplos de adaptación de útiles de cocina a instrumentos musicales de percusión son cucharas, sartenes, calderos, tapaderas o la botella de anís raspada con un tenedor metálico sobre sus estrías.

En definitiva, se aprovechaba de la cocina (y de la casa en general) los utensilios que hicieran ruido y se tuvieran a mano, sin tener que gastar  el dinero que no había  y se convertían en instrumentos musicales para amenizar al pueblo llano.