Dentro de los instrumentos tradicionales de percusión, se
encuentran varios que tenían como
principal uso el culinario, es decir utensilios o cacharros que había en todas
las cocinas y que servían como acompañamiento musical a jotas, rondas,
seguidillas, fandangos etc.
De entre estos instrumentos relacionados con la cocina
destacan el almirez y el mortero.
El nombre de almirez proviene del árabe al-mirhas
(instrumento para machacar) y que según la Real Academia de la Lengua es “un mortero
de metal pequeño y portátil, que sirve para machacar o moler con él”. Consiste
en un recipiente en forma de cuenco llamado vaso y un mazo también llamado mano.
La mano a su vez se divide en mango y cabeza. Suele estar hecho de cobre, bronce
o latón, por lo que a veces produce “cardenillo” o “verdín” y puede resultar venenoso.
Es un idiófono percutido, y para tocarlo la parte llamada
mano se golpea contra las paredes del vaso o contra el fondo del mismo
alternativamente, procurando agarrar el vaso lo menos posible para dejarlo
sonar libremente. Lo normal es coger la mano del almirez de forma inversa a la
habitual de machacar, es decir se toma por la cabeza y se percute por el mango.
El mortero es un almirez generalmente de madera, aunque en
las boticas se usaban de porcelana o cerámica para preparar mezclas de diversos
ingredientes de una prescripción médica. Se toca de igual forma que el almirez.
Otros ejemplos de adaptación de útiles de cocina a instrumentos
musicales de percusión son cucharas, sartenes, calderos, tapaderas o la botella
de anís raspada con un tenedor metálico sobre sus estrías.
En definitiva, se aprovechaba de la cocina (y de la casa en
general) los utensilios que hicieran ruido
y se tuvieran a mano, sin tener que gastar el dinero que no había y se convertían en instrumentos musicales para
amenizar al pueblo llano.
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