sábado, 13 de junio de 2020

La noche de las natas









Antes de la industrialización de los productos lácteos, en las zonas tradicionales en las que había ganadería vacuna, existían ciertas maneras artesanales de elaborar y procesar los derivados de la leche.

Una de ellas era dejar reposar la leche por la noche al sereno, para que subiera la nata y después poder hacer mantequilla y distintos productos obtenidos de la leche.


Las Rondas que se realizaban los meses que van del final de la primavera hasta el final del verano y en especial las noches de San Juan y San Pedro, eran llamadas Las noches de las natas. En la Montaña palentina los mozos enramaban las casas del pueblo con ramas de chopo y debajo de sus balcones y ventanas cantaban canciones de ronda a las mozas de la localidad. Eran correspondidos con leche que habían dejado natar durante dos días (en esa época del año era cuando la producción  lechera era más abundante).

“Levántate morenuca,
y asómate a la ventana,
verás cómo canta el cuco
en la Peña de Tremaya;
levántate.
(Polentinos, Palencia)

Si no eran obsequiados con la leche, intentaban robar a los dueños de la casa quesos o los cacharros con postres que estaban en las reposaderas o ventanas.

En Cantabria, sobre todo en la zona de la Liébana y la comarca de Campoo, existía la costumbre de “ir a natas”, es decir los mozos por la noche iban por el pueblo a ver quién tenía la leche al sereno para coger las natas. Recorrían todas las casas en las que había mozas solteras. Debajo de sus ventanas cantaban canciones de ronda similares a las marzas. Ellas les ofrecían una buena puchera de leche o algún postre lácteo, o también una jarra de vino y fruta.

“Asómate a esa ventana,
cara de luna brillante,
que aunque yo no te pretendo,
conmigo viene tu amante”
(Campoo de Suso, Cantabria)

Al finalizar se despedían de la casa diciendo:” Que San Antonio os guarde por muchos años las vacas”. En caso de no recibir las natas, la muchacha podía quedarse sin su ramo en la ventana la noche de San Juan o ver como desaparecían las cantaras de leche que se estaban enfriando en las ventanas. A la moza roñosa la cantaban una especie de marza rutona:

“La Gallarda no da leche,
la majita se estrelló,
vayámonos de aquí muchachos,
que ésta ya
 nos la pegó”