Si hay un pueblo identificado con las galletas, ese es Aguilar
de Campoo. Sus fábricas de galletas han alimentado durante generaciones a miles
de españoles, tanto es así que la villa palentina llego a tener a mediados de
los años sesenta del pasado siglo, hasta cinco galleteras: Fontaneda, Gullón,
Fontibre, Ruvil y Tefe. En esa época, nueve de cada diez galletas que se
consumían en España se elaboraban en Aguilar de Campoo o en la vecina localidad
de Alar del Rey que contaba con las fábricas de galletas Palacios (fundada en
1892) y Siro (fundada en 1916).
La primera María (la María Fontaneda) germinó en un obrador
inaugurado en 1891 y ubicado en la Plaza España, y en ella se hacían con mucho
esmero, chocolates de cacao, galletas en horno de leña y bizcochos amasados a
mano. Esa confitería se llamaba Fontaneda. Fontaneda creció, incorporando lo
más nuevo en maquinaria que había en esa época, empezando a convertirse en una
empresa moderna. En 1996 la multinacional Nabisco compra a Fontaneda y
posteriormente esta se la vende a otra multinacional United Biscuits., la cual
en 2002 decide cerrar la fábrica de Aguilar y trasladar la producción a sus factorías
de Viana (Navarra) y Orozco (Vizcaya). Después de mucho luchar se logra que la
antigua fábrica la compre el grupo Siro y pase a denominarse Horno de Galletas
de Aguilar, pero la célebre María Fontaneda ya no se fabricara en la villa que
la vio nacer.
Gullón surgió en 1892 como repostería local, pero su fama le
llego cuando la infanta Isabel de Borbón la nombró suministradora oficial de la
Casa Real. Fue la primera en la villa aguilarense en la fabricación de
galletas, fundada para fabricar y
comercializar un producto que en aquella época desconocía la sociedad española.
Gullón puede presumir de seguir en las manos de la misma familia que la fundó y
ser, a día de hoy, una de las empresas más fuertes de todo el país.
Así que el olor a vainilla y galleta sigue percibiéndose por
esta villa palentina, quedando atrás los viejos obradores y las confiterías en
las que se hacían artesanalmente las galletas, siendo relevados por modernas
fábricas en las afueras de la localidad dando empleo a muchos trabajadores.
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