De pequeños nos asustaban y metían miedo con ese
monstruo llamado Coco, bueno monstruo o
lo que fuera pues no existía un acuerdo sobre su apariencia física, pero con
solo nombrarlo nos atemorizaba. Además nos cantaban nanas en las que el
referido personaje nos llevaba a no se sabe dónde, si no nos dormíamos pronto.
El Coco tiene, un papel muy importante en las nanas o
canciones de cuna, una forma poética que el folklorista chileno Oreste Plath
describe como compuesta de adulo y amenaza. Aunque el texto de Antón de Montoro
que aparece en 1445 en el Cancionero, deja claro que el personaje era ya bien
conocido en el siglo XV, la nana más antigua en lengua castellana sobre el Coco
que conozcamos es del siglo XVII, y se encuentra en una obra dramática, el Auto
de los desposorios de la Virgen de Juan Caxés:
“Duérmete niño, / duérmete ya, / que viene
el coco / y te comerá”.
Sebastián de Covarrubias, en su “Tesoro de la lengua
castellana” de 1611, afirma que el Coco es una figura que causa espanto, porque
nace de la oscuridad y tiene una apariencia negra y sombría. Sugiere que la
palabra procede del griego y del latín, pero parece ser que la etimología viene
del portugués y así la encontramos en
1518 en el Auto da barca do Purgatorio, una canción de cuna portuguesa de Gil
Vicente.
El gran pintor Francisco de Goya, reflejo en uno de sus
aguafuertes de la serie “Los caprichos”,
al tan temido Coco. Al grabado lo titulo “Que viene el Coco” y se publicó en 1799.
El
pintor consideraba un grave error en la educación de los niños, el que los
padres los asustasen con fantasmas y seres que no existían, superstición
absurda que luego los va a dominar toda la vida. Los ilustrados decían que la
corrección de estos defectos era la única forma de acabar con la ignorancia y
con la superstición. Según anécdotas de la época, ciertas madres usaban esta
estrategia con sus hijos diciendo que viene el Coco cuando en realidad el que
venía era su amante… Así se manifiesta en varios manuscritos de la Biblioteca Nacional: “Las madres tontas
hacen medrosos a los niños figurando el Coco; y otras peores se valen de este
artificio para estar con sus amantes a solas cuando no pueden apartar de sí a
sus hijos” .Esto parece confirmarlo el dibujo preparatorio de este grabado de Goya, que con una expresión emocionada en el rostro de la madre recibe al Coco, una persona de su agrado que no interesa que vean los niños.
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