miércoles, 17 de junio de 2015

Tarabillas y molinos






Los molinos, el molinero y la molinera, han sido protagonistas de numerosas narraciones de nuestra literatura nacional. Sirvan como ejemplo el episodio de los molinos de viento de Don Quijote o las andanzas del molinero y la molinera del “Sombrero de tres picos” de Pedro Antonio de Alarcón. Igualmente aparecen en muchas coplas, cantares y romances de todas las provincias españolas.
Pero también los viejos molinos harineros, nos han dejado un montón de palabras y dichos populares (hoy en desuso), que estaban íntimamente relacionados con la vida cotidiana de años atrás.
Si escuchamos hoy en día  la expresión “soltarse la tarabilla”, la mayoría no sabremos a que hace referencia, ni lo que significa. Vamos a explicarlo, pues este dicho se ha estado usando hasta no hace mucho tiempo.


La tarabilla, era una tabla pequeña de madera que colgaba de una cuerda para controlar el grano que se echaba sobre las piedras de moler de los molinos. Se colocaba en la tolva contra la cual golpeaba, produciendo un sonido continuo y monótono, que servía eficazmente  para controlar el grano que caía y avisaba al molinero de que la maquinaria funcionaba perfectamente. Si la tarabilla dejaba de sonar, podía haber un atasco en el mecanismo o anunciaba que se había acabado el grano. En algunos  lugares se la conoce con el nombre de sonaja.

La inventiva popular acuño la frase “soltar la tarabilla” para referirse a alguien que habla mucho, sin parar. Y como además la tarabilla tenía forma de lengua y producía un sonido a base  de golpes continuos y rápidos, parecía un charlatán que habla y habla sin límites.
Lastima que  al perderse en la memoria la actividad de molineros y molineras, haya sido olvidada esta expresión del lenguaje popular, porque hoy en día habría muchas ocasiones para poder utilizarla con tanto “parla puñaos” que hay suelto.


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