Mudos testigos del tiempo pasado, la mayoría de ellos en ruinas, se encuentran estas pequeñas construcciones de la comarca terracampina.
Los palomares son un elemento característico de la arquitectura popular que suelen situarse fuera de los pueblos. Desde las épocas romanas fueron una ayuda a la economía familiar, pues por una parte servían para la cría del pichón y por otra para fertilizante, como uno de los mejores abonos conocidos: la palomina.
Muchos palomares están medio derruidos ante la falta de atención, de uso y de dinero para su restauración, así, de forma impúdica, nos muestran sus intimidades. Su estructura se compone generalmente de un patio interior y de ahí parten diferentes muros hasta el exterior. Estos muros tienen multitud de agujeros a modo de nichos donde anidan las palomas. En su parte exterior se hallan los agujeros de entrada para las palomas llamados bocaritas, los cuales en algunas ocasiones tienen una pequeña repisa para facilitar el que se posen antes de introducirse en el interior. Una puerta facilita el acceso para retirar los pichones y realizar su limpieza.
Su construcción suele ser de planta circular, cuadrada, rectangular y octogonal, de un solo cuerpo en alzado, pero también los hay de dos y hasta de tres cuerpos en altura, incluso con una sola vertiente orientada hacia el sur, mayoritariamente hechos con adobe o con tapial, pero también se conservan ejemplos realizados con ladrillo y alguno con piedra.
Típicas de los palomares de Tierra de Campos son las aujadas, que son una especie de conos o agujas salientes de los tejados, pintados de blanco para atraer a las palomas.
Desde agosto de 2007 en Santoyo (Palencia), abre sus puertas al público “ El Centro Temático del Palomar”. Este Centro es un lugar donde entender y admirar una parte de la riqueza de nuestro patrimonio y tradiciones.
En Palencia capital, en 1925 se construyó el palomar de los Jardinillos de la Estación, siendo su creador Fernando Unamuno Lizárraga hijo del célebre escritor, que por aquel entonces era el arquitecto municipal.
Como dijo Miguel Delibes, "el palomar rústico de Castilla, principalmente de Tierra de Campos, no sólo decora y amuebla el paisaje: lo calienta. Es una referencia en la inmensidad desolada del páramo".
El mantenimiento de estos edificios, verdaderos emblemas de Tierra de Campos, resulta extraordinariamente costoso. Las subvenciones para su mantenimiento son claramente insuficientes y la tendencia para el futuro es su progresiva desaparición en nuestra comarca.
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