lunes, 10 de marzo de 2014

Los Fonseca y el que fue a Sevilla

Alonso III de Fonseca

Triste y sola, sola se queda Fonseca,
triste y llorosa, queda la Universidad,
y los libros, y los libros empeñados
en el Monte, en el Monte de Piedad.

¿Quién no conoce esta canción de la tuna? Habla de lo triste que quedaba la universidad cuando uno acababa la carrera y se iba de allí. Pues bien, el Fonseca de la canción era el Arzobispo Alonso de Fonseca y Ulloa, que nació en Santiago de Compostela en 1475. Este hombre fue una figura muy importante en la historia de la Universidad de Santiago de Compostela  y en la de Salamanca, en las cuales fundó sendos Colegios Mayores. Fue arzobispo de Santiago y de Toledo.

Este Alonso de Fonseca y Ulloa, fue conocido como Alonso III de Fonseca y era hijo de Alonso de Fonseca y Acevedo (Alonso II de Fonseca).
Alonso II de Fonseca

Alonso II de Fonseca fue nombrado Arzobispo de Santiago de Compostela, y participó en trifulcas en Castilla y en Galicia y fue condenado a 2 años de cárcel en Noya (La Coruña) entre 1465 y 1467 (fortaleza de Vimianzo). El intento familiar de pagar un rescate por Alonso II con dinero y joyas de la catedral santiaguesa provocaría un gran escándalo y un destierro de 10 años
Para cumplir esta condición, en 1464 intercambió Sede con su tío Alonso I de Fonseca, arzobispo de Sevilla, yendo cada uno a la sede del otro, como Administradores Apostólicos. Hacia 1469, Alonso I de Fonseca había logrado ya pacificar la archidiócesis de Santiago, pero cuando trató de volver a Sevilla a deshacer el trueque con su sobrino, éste se negó a dejar la silla arzobispal hispalense, más rica y tranquila, y hubo de recurrir a la fuerza, con intervención armada del Duque de Medina Sidonia y de Beltrán de la Cueva apoyado en la visita real de Enrique IV a Sevilla para hacerse obedecer.

Alfonso I de Fonseca
De este episodio nació el dicho: El que se fue de Sevilla, perdió su silla. Sin duda, el hecho hubo de ser muy comentado en la época y pronto fue incorporado al acerbo popular reducido a un simple tópico y cambiándose el "de" por el "a": Quien fue a Sevilla, perdió su silla.
Muchas veces este dicho se prolonga, diciendo:
... y quien se fue a León, perdió el sillón,
esto último obviamente de origen popular y sin fundamento histórico que lo sustente.



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