Alonso III de Fonseca |
Triste y sola, sola se queda Fonseca,
triste y llorosa, queda la Universidad,
y los libros, y los libros empeñados
en el Monte, en el Monte de Piedad.
¿Quién
no conoce esta canción de la tuna? Habla de lo triste que quedaba la
universidad cuando uno acababa la carrera y se iba de allí. Pues bien, el
Fonseca de la canción era el Arzobispo Alonso
de Fonseca y Ulloa, que nació en Santiago de Compostela en 1475. Este
hombre fue una figura muy importante en la historia de la Universidad de
Santiago de Compostela y en la de Salamanca,
en las cuales fundó sendos Colegios Mayores. Fue arzobispo de Santiago y de
Toledo.
Este Alonso de Fonseca y Ulloa, fue conocido
como Alonso III de Fonseca y era hijo de Alonso de Fonseca y Acevedo (Alonso II de Fonseca).
Alonso II de Fonseca |
Alonso II de Fonseca fue
nombrado Arzobispo de Santiago de Compostela, y participó en trifulcas en
Castilla y en Galicia y fue condenado a 2 años de cárcel en Noya (La Coruña)
entre 1465 y 1467 (fortaleza de Vimianzo). El intento familiar de pagar un
rescate por Alonso II con dinero y
joyas de la catedral santiaguesa provocaría un gran escándalo y un destierro de
10 años
Para
cumplir esta condición, en 1464 intercambió Sede con su tío Alonso I de Fonseca, arzobispo de
Sevilla, yendo cada uno a la sede del otro, como Administradores Apostólicos. Hacia
1469, Alonso I de Fonseca había
logrado ya pacificar la archidiócesis de Santiago, pero cuando trató de volver
a Sevilla a deshacer el trueque con su sobrino, éste se negó a dejar la silla
arzobispal hispalense, más rica y tranquila, y hubo de recurrir a la fuerza,
con intervención armada del Duque de Medina Sidonia y de Beltrán de la Cueva
apoyado en la visita real de Enrique IV a Sevilla para hacerse obedecer.
Alfonso I de Fonseca |
De este
episodio nació el dicho: El que se fue de
Sevilla, perdió su silla. Sin duda, el hecho hubo de ser muy
comentado en la época y pronto fue incorporado al acerbo popular reducido a un
simple tópico y cambiándose el "de" por el "a": Quien fue a Sevilla, perdió su silla.
Muchas
veces este dicho se prolonga, diciendo:
... y quien se fue a León, perdió el sillón,
esto
último obviamente de origen popular y sin fundamento histórico que lo sustente.
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