Hacia
las 9.20 horas de la mañana del día 1 de noviembre de 1755, tembló la tierra en
Lisboa con tal furia que las tres cuartas partes de la ciudad se desplomaron
por efecto de la violenta sacudida, del fuego ocasionado y del empuje de las
olas. Su epicentro estuvo en el mar, al suroeste de Cabo San Vicente, pero
debido al desastre que ocasionó en la capital portuguesa, se le conoce como el
terremoto de Lisboa. El resto de la península no quedo indemne del terremoto
que llego a alcanzar una magnitud de 8,5 grados.
En
especial las provincias de Sevilla, Cádiz y Huelva registraron centenares de víctimas.
Otras como Ávila, Segovia, León, Palencia, Valladolid, Zamora y Salamanca
sufrieron daños en los monumentos más emblemáticos, aunque no se registraron
daños personales de consideración.
En
León se abrieron grandes grietas en la fachada sur de la catedral al igual que
en la torre oeste de la catedral de Astorga. En Palencia, la torre de la Iglesia de
San Miguel sufrió grandes desperfectos al igual que la Iglesia de Santa María La Mayor de
Villamuriel de Cerrato. En el municipio de Torremormojón afectó a la estructura del castillo, conocido
como la Estrella de Campos, lo que pudo ser una de las causas de su posterior
derrumbamiento.. En Valladolid, la
torre de la catedral sufrió graves daños, derrumbándose en 1841.
En
Salamanca los daños acaecidos en su Catedral
Nueva ( se había terminado de construir dos años antes) fueron evaluados
en 10000 ducados, considerándose la posibilidad de derribar su torre ante el
peligro que suponía. Sufrió también el claustro de la Catedral Vieja, el
Colegio Viejo, que hubo que derruir, el Palacio del Obispo y especialmente la linterna
de la cúpula de la iglesia de la Clerecía, que hoy todavía puede verse
seriamente inclinada desde el Patio de Escuelas. La inclinación de la torre de
la Catedral Nueva se palió con el
levantamiento de un talud en la cara oeste, que todavía subsiste.
En agradecimiento por la milagrosa salvación del edificio catedralicio, al
mediodía de cada 31 de octubre el
Mariquelo escala la torre hasta la esfera armilar, llamada La Bola, que la
corona.
El Mariquelo es uno de los
personajes más conocidos de Salamanca, dentro y fuera de la ciudad. Sus
orígenes se remontan al terrible terremoto que se hizo sentir en la localidad.
Al comenzar los temblores, los ciudadanos corrieron a refugiarse dentro de
la Catedral que, por fortuna, se mantuvo en pie y no hubo que lamentar
víctimas.
El Cabildo Catedralicio, que vio en ello un designio divino, mandó que cada
año una persona subiera a lo alto del templo a repicar las campanas en
agradecimiento a Dios y, de paso, comprobara la inclinación de la torre, que
había quedado algo dañada.
Los Mariquelos, como se conocía a
la familia que vivía en el interior de la Catedral, fueron los encargados de
cumplir con el mandato y así lo hicieron el 31 de octubre de cada año,
pasándose el encargo como herencia de padres a hijos, hasta 1976, cuando Fabián
Mesonero Plaza se convirtió en el último miembro de la familia en subir.
Unos años más tarde, en 1985, el salmantino Ángel Rufino de Haro decidió
retomar la tradición, dándole a la subida un toque folklórico al hacerlo
vestido de charro y provisto de gaita y tamboril.
Una vez arriba, toca una charrada (el ritmo salmantino por antonomasia) con
estos instrumentos y sigue dando gracias a Dios y mandando siempre un mensaje
de paz y solidaridad con los enfermos, marginados, y más necesitados de nuestra
sociedad.
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