martes, 11 de febrero de 2014

Esconded las gallinas que vienen los cómicos



Hace años, una estampa muy repetida en el medio rural era la llegada de los cómicos con obras adaptadas a muy pocos intérpretes. En el pueblo era un acontecimiento extraordinario que rompía con la monotonía de sus vidas: traían noticias frescas de otros lugares, repartían ilusiones y animaban a la población cuando la actividad agrícola no era excesiva.

La compañía teatral, generalmente estaba compuesta por muy pocos actores, siendo más bien un elenco familiar. En la obra cada uno interpretaba varios papeles diferentes, algunas veces mostrando sus recursos personales tales como acrobacias y malabarismos, dignos herederos de la comedia del arte italiana de la mitad del siglo XVI.

La gente se preparaba de banquetas y sillas para verlos actuar en la panera, en el corral o en la plaza del pueblo. Luego les aplaudían o les tiraban tomates, pero antes de la representación se habían cuidado de esconder las gallinas, los conejos y demás animales y comestibles susceptibles al hurto. Y es que los cómicos venían precedidos de una muy mala fama: Robaban las gallinas y la lana de los colchones y se marchaban por las ventanas de tabernas y mesones sin pagar. De esto proviene el dicho:
Esconded las gallinas que vienen los cómicos

La vida de estos cómicos, se ve muy bien reflejada en la película de 1986 “El viaje a ninguna parte” de Fernando Fernán Gómez.

Estos espectáculos que formaban parte de una tradición costumbrista en el medio rural, se vieron destinados a desaparecer  con la naciente televisión, primero en los teleclubs y luego con la llegada a todos los hogares de la pequeña pantalla.



Cómicos,
duermen vestidos,
viven desnudos,
beben la vida a tragos.
son adorados,
son calumniados,
como dioses de barro.

(Victor Manuel)



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