Castilla y León

LOS APODOS EN LOS PUEBLOS






El apodo en los pueblos, es una manifestación de ingenio y buen humor que no suele darse en las capitales y menos en las grandes urbes. En el campo es muy difícil encontrar una persona que no tenga apodo.

Suele ser hereditario,  pasado de padres a hijos y llevado con orgullo y honor, -aunque no siempre- dependiendo del significado del apodo. Con el paso del tiempo y el uso, el apodo pierde efectividad y carece del ingenio y la frescura con la que fue creado. Por ejemplo, en Frómista (Palencia), vieron hacer sus necesidades a un varón encima de un tejado, y se quedó con el apodo de Cagatejados”, a sus descendientes les siguieron llamando los Cagatejados, aunque estos  nunca se subieron a lo alto de los aleros a tirar de pantalón.

Se daba la circunstancia, de que en pueblos pequeños, casi todos los vecinos eran parientes y a la hora de casarse había un cruce de apellidos: Los García y los Pérez abundaban, con tres o cuatro apellidos estaba servido todo el pueblo  y para distinguirse  se echó mano de los apodos, los motes y los nombres raros.

Muchos apodos hacían referencia a la fauna animal, bien porque tenían cualidades similares a los animales o físicamente se parecían a ellos: El Gato, El Mona, El Canario, Ratón Corito, Pajarillas, El Pardal, Ratasabia…..
Otros tomaban su nombre del mundo vegetal: Caracebolla, El Lechuga, Los Geranios, El Tío Bellota,…. Otras veces hacían referencia a aspectos físicos o cualidades de las personas: El Cojito, Chaparro ,El Vinagre, Zapatones, El Tarugo…..
También se ponían apodos a los procedentes de otros lugares: El Pasiego, El Tío Francés, El Ruso, Los Moritos….Y muchas veces, los apodos eran tomados de las profesiones o trabajos que  realizaban: El Adobero, La Cestera, Chatarrilla, El Piqueta, El Trenero....
Mención aparte merecen los apodos generales que les ponían a los habitantes de determinados pueblos : A los de Dueñas Botijeros, a los de Frómista Judios, a los de Medina de Rioseco Cagacoches etc...

Muchas veces el apodo anulaba al nombre de pila, es el caso  del dulzainero de Peñafiel (Valladolid) Teodoro Perucha, que fue más conocido por “Pichilín”, apodo que le acompañó en vida y muerte, pues al ser más popular por el alias, aquél figuró incluso en su recordatorio de defunción junto al nombre que le dio la Iglesia y el apellido de su rama familiar.
Por cierto, en el mundo de la dulzaina y tamboril se han usado mucho los apodos para denominar a los ejecutantes, así recordamos por ejemplo a “Los Melgos”, “Los Baratos”, “Los Talaos”, “Los Silverios”….

Todo un mundo campestre queda reflejado en los apodos, incluidas las creencias tradicionales, expresadas en algunos de ellos como “duende” y “bruja”; propios de una sociedad en la que se mezclan lo divino y lo profano, donde perduran antiguas creencias. Los apodos expresan algo más que un individuo en concreto, reflejan la vida cotidiana de la sociedad tradicional. 

Hoy en día, el apodo con carácter rural se va perdiendo poco a poco, en una sociedad totalmente globalizada, nos acordamos  del apodo que tiene un jugador de baloncesto de la NBA  y no del que en su día pusieron a nuestro abuelo en el pueblo.




¨Los Silverios¨



DAR LA CENCERRADA



No hace mucho tiempo, en los pueblos de Castilla y León y en otros muchos de España, había costumbre de festejar de una manera especial las bodas entre contrayentes viudos. Se conocía popularmente como “dar la cencerrada” y en otros lugares “dar la matraca”. Básicamente consistía en hacer ruido con cencerros y otros aparatos sonoros, ante las parejas de viudos que se iban a casar en el pueblo.

Aunque existían diferentes variantes, por regla general la víspera de la boda, el pueblo y en especial los mozos, se armaban de cencerros, almireces, calderos rotos, botes llenos de piedras y cualquier instrumento que pudiese hacer ruido, y se llegaban delante de la casa del viudo o de la viuda que se iba a casar y allí se pasaban la noche armando el mayor escándalo posible, hasta que el novio, pagaba una cantidad de vino que fuese del agrado de los rondadores. Otras veces incluso después de haber recibido el vino continuaban con su serenata.

La segunda parte venia el día de la boda. Los mozos, enganchaban dos burros o dos bueyes a un carro, en el que colocaban también un palio hecho con sacos rotos, o mantas viejas y remendadas. En el palio ponían adornos alusivos a los motes que tuviesen los contrayentes. Hacían subir  a los novios, y así, a paso lento, iban recorriendo el pueblo calle por calle, hasta llegar a la iglesia. La comitiva estaba formada por unos mozos, que iban delante del carro, revestidos grotescamente de curas,, otros de sacristanes, los cuales llevaban a modo de incensarios calderos rotos en los que quemaban excrementos de perro, gato, gallina, pimentón y guindillas, y con ellos iban incensando a los pobres viudos. Rodeando el carro por todas partes el resto de la juventud con cencerros.
Otra variante consistía en montar a los novios en un burro y pasearlos por el pueblo, naturalmente dándoles la cencerrada.

Parece ser que era frecuente que se produjeran altercados y en ocasiones hubo heridos e incluso muertos.
En el pueblo de Traspinedo (Valladolid), el 29 de Julio de 1917 se casó un viudo y los mozos le organizaron una cencerrada contratando los servicios de un dulzainero. Al parecer al novio le sentó mal que le dieran por la noche la cencerrada  y saco una pistola y disparo varios tiros al aire, pero uno de ellos fue a dar en el pobre dulzainero que murió en el acto.

Las autoridades prohibieron las cencerradas y hasta dieciocho años después no se volvieron a celebrar.


EL TRILLO




Un trillo es una  antigua herramienta agrícola que se destinaba a separar el grano de la paja, es decir, a trillar. Consiste en un tablero grueso, formado por  varias tablas, de forma rectangular o trapecial, con la parte frontal algo más estrecha y curvada hacia arriba (como un trineo) y cuyo vientre está guarnecido de esquirlas cortantes de piedra (lascas).Estos aperos estuvieron en plena vigencia por toda España hasta la mecanización del campo.

Era arrastrado, tradicionalmente, por dos mulas o por dos bueyes sobre la parva, es decir, sobre las mieses repartidas en la era. Al moverse en círculos sobre la cosecha extendida, las lascas cortaban la paja y la espiga (que quedaba entre el trillo y el empedrado de cantos rodados del suelo de la era), separando la semilla sin dañarla. Posteriormente se amontonaba la parva trillada y se disponía para ser limpiada.



Especialmente famosos, fueron los trillos hechos en Cantalejo (Segovia), ya que por estar en tierra de pinares, la madera era una fuente de riqueza para fabricar trillos, arados, etc.
 Las dimensiones de los trillos variaban, pero, en España, solían tener hasta dos metros de largo, por metro y medio de ancho (aproximadamente). El modelo más pequeño podía llevar unas mil piedras de pedernal
En la mejor época de estos aperos, sé llegaron a fabricar 60000 trillos al año en Cantalejo, dando al pueblo un carácter industrial. Pero no solo se conformaban con fabricarlos, sino que llegado el mes de Marzo, los trilleros salían de Cantalejo a otros puntos de la península a vender sus trillos.

Hoy en día, el trillo ha quedado como un objeto de adorno, los trillos se hacen a medida, por encargo para mesas o puertas rústicas o se preparan otros más pequeños, como decoración  o recuerdo típico.

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